Aún habiendo pasado ya el primer mes del año, más vale tarde que nunca. ¡Y es qué el tiempo pasa volando! Como pasó en los dos días y medio que estuvimos en Roma de camino a casa antes de Navidad.
Por si hay alguien que aún no ha estado en Roma, ahí va mi consejo: ¡ir! Si puede ser entre semana, mejor, porque así no hay tanta gente y colas para entrar a los sitios.
Y no hace falta pasar muchos días, para ver lo principal, con dos o tres días tienes suficiente. Aunque yo me podría pasar allí un mes sólo para probar todos los platos de pasta, rissotto y sabores de pizza que hay por la ciudad, además de pasear por esas calles llenas de historia. Tan diferente de Australia, donde la cultura gastronómica y la historia no son para nada sus puntos fuertes.
Nuestro alojamiento estaba en Termini, donde está la estación principal y donde hay más hoteles por metro cuadrado. Está bien la zona por la comunicación, pero creo que hay que andar con cuidado por haber también bastantes carteristas por metro cuadrado.
El primer día llegamos bastante tarde y cansados del viaje, así que lo único que nos apeteció fue salir a cenar pizza (muy buena) y dormir para estar frescos para el siguiente día.
El segundo día pasamos por la Fontana di Trevi (espectacular), Plaza de España (buenas vistas) y Vaticano.
En el Vaticano nos dió tiempo de ver la Basílica de San Pedro, por dentro, por fuera y por arriba, ya que subimos hasta la cúpula.
Fuimos a comer a un sitio que nos habían recomendado, muy auténtico, y donde dicen que tienen la mejor Carbonara de Roma. Se llama Cacio e Peppe, que significa queso y pimienta, y en eso basan todos sus platos de pasta (cuatro o cinco en total). El sitio no se identifica por su variedad, pero sí por su calidad. Y no puedo decir que sea la mejor de Roma porque no probé otra, pero estaba buenísima y todo a un precio bastante asumible.
Con las pilas recargadas, fuimos al Museo del Vaticano, donde hay muchos más cuadros que los que necesitabamos ver con el sindrome del jetlag y el cansancio del turista, pero la Capilla Sixtina mereció la pena, junto con muchos de los pasillos y cuadros de artistas bien conocidos.
Por la noche, nos juntamos con una de nuestras mejores amigas de Australia, Angela, que se volvió hace ya unos meses a Italia, y nos dió mucha alegría volverla a ver. Bajó desde Ravenna para pasar el fin de semana con nosotros y otra amiga que vive en Roma.
Ese día cenamos pizza, esta vez distinta a la del día anterior, pizza napolitana, que tiene la base más gorda que la romana del día anterior.
La última mañana fuimos al Colisseo y paseamos por la Via del Fori Imperiali, algo muy recomendable, sobre todo en un día tan soleado como el que tuvimos.
Y la pena que nos teníamos que ir y despedirnos de la belleza de Roma y Angela, pero con la ilusión de ver a nuestra familia y amigos, que nos esperaban en Madrid.