Para ir a Vietnam se necesita visado. Hoy dos opciones para sacarlo: ir a sus embajadas por adelantado o contactar a una de las empresas privadas que te lo gestionan. Lo mas barato es la opción dos, y consiste en que ellos te mandan una carta de invitación firmada por inmigración y así se puede sacar el visado a la llegada.
Aunque dé un poco de sustito al llegar al aeropuerto que tu pasaporte te lo confisquen y pase por 10 manos antes de devolvértelo, ese es el procedimiento y funciona.
Pues así llegamos y entramos, con nuestra invitación a través de myvietnamvisa.com y sin maleta, que se había quedado en Hong Kong, donde hicimos escala, pero que tampoco necesitábamos urgentemente, al estar cargada de ropa de invierno y en Hanoi no se necesitaba para nada.
Por lo que llegar a Hanoi no sólo fue un cambio de estilo de vida, sino de clima. De la tranquilidad de Nueva Zelanda y el aire puro y fresco, al caos de Hanoi, su tráfico, el ruido de los claxons de coches y de motocicletas y su contaminación, polvo, humedad y calor.
Vamos, una maravilla. Pero no es todo negativo, es toda una experiencia, un choque cultural donde aprendes que el caos puede ser ordenado y que las carreteras se pueden cruzar si no miras a los ojos de los conductores y miras al horizonte. Ellos te esquivan.
Para nosotros Hanoi fue ciudad de paso para distintas excursiones a la zona norte del país, puesto que es la ciudad mejor comunicada.
El primer viaje fue a la Bahia de Halong, una de las maravillas del mundo y patrimonio de la humanidad. Y la verdad es que no defrauda. Lo ideal allí es coger un crucero y pasar al menos una noche en el barco y visitar cuevas, islas, mercados flotantes, etc.
Nosotros nos quedamos dos noches.
Pese a pasar sólo dos noches, visitamos bastantes lugares, incluida la cueva que los franceses llamaron La Cueva de las Maravillas cuando la descubrieron, y por el nombre no queda mucho más que decir y es un lugar digno de ver, no solo por el interior, sino por las vistas a través de ella.
También hicimos kayaking entre latas de coca cola y bolsas de plástico en probablemente la zona mas sucia de toda la bahía, y es que los alrededores de la cueva es posiblemente donde más barcos lleguen al día y a muchos no les importa ensuciar, pensando que a los locales tampoco.
Lo siguiente era subir a uno de los islotes y apreciar una de las mejores vistas de toda la bahía, donde también había una playita en la que los turistas se refrescaban después de sudar la gota gorda al subir al mirador.
Allí terminan la mayoría de los cruceros de un día, pero nosotros habíamos contratado uno de dos noches, y después de un mini curso de cocina y dormir en el barco, nos llevaron a Cat Ba Island, una de las islas más grandes de la zona y donde hay un mirador con vistas de impresionantes, pero aconsejaría dos cosas, no ir en chanclas y llevar repelente de mosquitos.
De allí nos llevaron a Monkey Island, y su nombre tiene un por qué, está repleta de monos y es que hay que tener cuidado de no dejar las cosas sin atender porque estos macacos te las roban en cualquier descuido, y no intentes quitárselas porque terminarán o atacándote o subiéndose donde no les puedas alcanzar.
El truco para recuperarlas es ofreciéndoles algo para intercambiarlo, a ellos les interesa sobre todo la comida.
A unos chicos que conocimos de Madrid, un mono le quitó la camiseta, se la mordió, meó y sólo la devolvió cuando yo le ofrecí unos anacardos, después de 10 minutos intentando recuperarla.
Después de reirnos un buen rato de todos los turistas que luchaban por recuperar las cosas que estos animalitos les robaban nos fuimos a la isla donde íbamos a pasar la noche en un bungalow sobre el agua. Y el camino a ella fue bastante gracioso, porque el pescador me dejó conducir el cayuco en el que nos transportaba y el timón no era tan fácil de dirigir, puesto que no era el típico redondo tipo volante, si no un palo al que la lógica yo no encontraba. Después de decirme por señas que iba a cortar la cabeza a Luisma por la noche para quedarse conmigo y mi anillo de oro, nos quedamos en la tranquila isla a disfrutar del silencio y luego de una cena en la que conocimos a mochileros de varios países con historias de lo más interesantes.
Ese fue el fin de nuestra estancia en la bahía porque al día siguiente volvíamos a Hanoi a olvidarnos de la tranquilidad y el silencio de nuevo.
Allí terminan la mayoría de los cruceros de un día, pero nosotros habíamos contratado uno de dos noches, y después de un mini curso de cocina y dormir en el barco, nos llevaron a Cat Ba Island, una de las islas más grandes de la zona y donde hay un mirador con vistas de impresionantes, pero aconsejaría dos cosas, no ir en chanclas y llevar repelente de mosquitos.
De allí nos llevaron a Monkey Island, y su nombre tiene un por qué, está repleta de monos y es que hay que tener cuidado de no dejar las cosas sin atender porque estos macacos te las roban en cualquier descuido, y no intentes quitárselas porque terminarán o atacándote o subiéndose donde no les puedas alcanzar.
El truco para recuperarlas es ofreciéndoles algo para intercambiarlo, a ellos les interesa sobre todo la comida.
A unos chicos que conocimos de Madrid, un mono le quitó la camiseta, se la mordió, meó y sólo la devolvió cuando yo le ofrecí unos anacardos, después de 10 minutos intentando recuperarla.
Ese fue el fin de nuestra estancia en la bahía porque al día siguiente volvíamos a Hanoi a olvidarnos de la tranquilidad y el silencio de nuevo.