Miles de años después cuando los ingleses llegaron, la llamaron Great Sandy Island (gran isla de arena) y su nombre cambió a Fraser Island después del naufragio de un barco en la barrera de coral en la que solamente Eliza Fraser sobrevivió y fue rescatada en la isla a la que después dio nombre.
Tanto el primer nombre aborigen como el segundo que le dieron los ingleses, no se queda muy lejos de la realidad, puesto que la isla es un paraíso de arena, razón por la que la nombraron Patrimonio Mundial en 1992 por ser única en el mundo.
Nosotros, no nos podíamos quedar sin verla, y fuimos a pasar cuatro días, suficientes para ver lo más famoso de la isla, pero no para ver las diversas joyas que la naturaleza tiene que ofrecer en este lugar.
Es una isla que apenas se ha explotado, por lo que apenas hay edificios, no hay carreteras y el método rey de transporte es el 4x4 y el alojamiento el camping libre.
Nosotros sin embargo, ibamos con una oferta de un eco-resort, pero no nos quedamos sin probar el 4x4, que fue una experiencia nueva y bastante interesante.
Decir que ningún otro tipo de coche podría sobrevivir en esa isla, en las fotos no se verá la cantidad de arena por la que pasamos, pero podemos decir que aún habiendo llovido, lo que facilita las condiciones del terreno, nos quedamos atrancados en una zona y entendimos la importancia de alquilar un coche en condiciones y el significado de Low Range.
Los puntos de interés turistico más famosos son: Lake McKenzie y 75 mile beach, sí, una playa de 75 millas, interminable y por la que se puede conducir por su gran amplitud, e incluso aterrizar, si vas en avioneta o atracar un barco, como hizo el Maheno hace casi 80 años y el cual se ha ido enterrando en la arena hasta tener 3 pisos bajo tierra.
La extensión de la playa, el color del barco oxidado y el azul del mar y el cielo, le dan un encanto que lo han convertido en una gran atracción en la isla.
Lake McKencie sin embargo es la mayor atracción natural, lago de aguas cristalinas sobre una arena increhiblemente blanca, le hace el más especial de los cien lagos que se reparten sobre la isla. Aunque a nosotros nos pareció casi más impresionante el Lago Wabby, un oasis en un desierto de dunas.
Lake Wabby es un lago que viene de agua de manantial y que se ha convertido en lago por el empuje de las dunas de arena. Es el lago con más profundidad de la isla, doce metros, y el cual es visita obligada, aunque no esté en la mayoría de los tours, aconsejamos verlo porque con los años va a ir desapareciendo debajo de la arena.
Decir también que por la playa se cruzan varios arroyos, del cual destaca Eli Creek, por el que fluyen nada más y nada menos que 80 millones de litros de agua dulce al día que desembocan en el mar. Es agradable darse un baño en esas aguas tan limpias, sobre todo teniendo en cuenta que en el mar no te puedes bañar, al estar infestado de tiburones y medusas, a los que mejor ni acercarse. Como tampoco te aconsejan acercarte a los dingos, perros salvajes autóctonos. Aunque no lo parezca, esos animalitos pueden ser bastante agresivos, y te aconsejan comer solo en zonas cercadas, para que no entren a quitarte la comida, o lo que es peor, que te ataquen o ataquen a los niños.
Nosotros sólo vimos una pareja de dingos, y ni nos miraron.
Ya en tierra firme, estuvimos en Hervey Bay, un pueblo de jubilados tatuados con poca actividad, pero de la cual salen barcos a ver ballenas, el ferry a Fraser Island y vuelos a Lady Elliot, una isla formada en la barrera de coral y a la cual habríamos ido si nos hubiera tocado la lotería, pero no hubo suerte, nos conformamos con pasear por la playa y ver medusas del tamaño de pelotas de futbol y salvar estrellitas de mar que habían quedado atrapadas en la arena con la bajada de la marea.