Después de visitar las pancakes rocks o Punakaiki Rocks, un conjunto de rocas erosionadas de una forma bastante peculiar por el mar, y que ofrece un espectáculo bastante turístico cuando hay marea alta. Las olas se meten entre las rocas formando cascadas y especie de géiseres por ls fuerza de las olas.
Dejando la costa, nos dirigimos al interior y pasamos la tarde-noche en el lago Rotoiti. No hay mucho que decir, porque la siguiente imagen lo dice todo.
Nuestra siguiente parada fue Abel Tasman National Park. Parada obligatoria sobre todo si el tiempo acompaña. Abel Tasman se sitúa en el noroeste de la isla sur y la forma de moverse por el parque es andando, en kayak o en taxi acuático.
No hay carreteras dentro del parque y eso le da un encanto especial. Lo ideal es pasar unos días, pero nosotros sólo pasamos uno y medio y decidimos hacer parte en kayak.
Con el kayak nos pudimos acercar a escasos metros de decenas de focas y 'aparcar' en calas prácticamente para nosotros solos.
Otro día fuimos a visitar el manantial más limpio del mundo, Waikoropupu Springs, fuimos a pescar, pescamos un salmón, lo cual no fue tan divertido cómo pensamos, se convirtió en un drama para nosotros ver cómo sufría el animalito fuera del agua y angustiados por todo el tiempo que tardó en morir...y no creo que volvamos a hacer.
Me alegro de que decidiéramos ir para allá, volvería a ir a pasar una semana, por todo lo que hay que hacer.
De Abel Tasman, necesitábamos reponer fuerzas en una de las zonas gastronómicas de Nueva Zelanda. La región de Marlborough es famosa por sus vinos y por sus mejillones, y nos dimos un homenaje.
El vino blanco Sauvignon Blanc de esa zona es problablemente el mejor vino blanco que he probado nunca. Ya lo había bebido en Australia, pero me hacía ilusión ver las tierras de donde venía. El paisaje es espectacular, el vino se le asemeja y los mejillones no defraudan.
Para descansar ese día pasamos la noche en un camping-granja. En el que sorprendentemente había una ruta a la que no todo el mundo tiene acceso, un camino hacía una cascada, que nos indicó la dueña de la granja. Nos dijo que la hicieramos casi al atardecer para ver a la vuelta los gusanos luminosos que crecen de las rocas.
Decir que nos costó esperar a que anocheciera porque empezaba a hacer mucho frio, y lo peor, que nos empezó a dar miedo si a la vuelta no encontrabamos el camino, porque ni había apenas señalización ni por supuesto, cobertura. Pero vimos como de las rocas empezaron a salir puntitos de luz, como si hubiera alguien vigilándonos y marcándonos el camino, y al final, con la ayuda de una linterna que llevé y la orientación salimos de aquel bosque encantado.
Como despedida de la Isla Sur, hicimos una ruta de vistas impresionantes cerca de Picton, donde cogeríamos el ferry que nos llevaría a la Isla Norte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario